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Proverbios 5

may 16, 2010 0 comments
La mujer fácil
1 Hijo mío, escucha mi sabiduría; inclina tu oído a mi discernimiento,
2 para que tengas previsión, mientras tus labios se aferran al conocimiento.
3 Porque los labios de la mujer prohibida destilan miel; su boca es más suave que el aceite;
4 pero al final es más amarga que el ajenjo, afilada como espada de dos filos.
5 Sus pies bajan a la Muerte; sus pasos llevan a la Fosa.
6 Ella no transita por una senda de vida; su sendero es tortuoso por falta de conocimiento.
7 Así que ahora, hijos, háganme caso, y no se aparten de las palabras de mi boca.
8 Mantente lejos de ella; no te acerques a la puerta de su casa
9 no sea que des tu vigor a otros, tus años a un despiadado;
10 no vaya a ser que unos extraños se sacien de tu fuerza, y tu trabajo sea para la casa de otro;
11 y al final tengas que gritar, cuando se consuman tu carne y tu cuerpo,
12 y digas: «¡Oh, cómo odié la disciplina, y desprecié de corazón la reprensión!
13 No les hice caso a mis maestros, ni quise escuchar a mis instructores.
14 Pronto estuve en serios problemas en medio de la congregación reunida.»
15 Bebe agua de tu propia cisterna, agua corriente de tu propio pozo.
16 Tus manantiales brotarán a raudales en las plazas públicas.
17 Serán tuyos solamente, otros no tendrán parte contigo.
18 Que sean benditas tus fuentes; deléitate en la esposa de tu juventud
19–gacela amorosa, graciosa cabrita montés. Que sus pechos te satisfagan en todo tiempo; sigue siempre enamorado de ella.
20 ¿Por qué enamorarte, hijo mío, de una mujer prohibida? ¿Por qué aferrarte al seno de una extraña?
21 Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Elohim; él examina todo su proceder.
22 El malvado quedará atrapado en sus maldades; lo sujetarán las sogas de su pecado.
23 Morirá por falta de disciplina, infatuado por su gran necedad.


Comentario al Proverbio 5

El objetivo de este capítulo es parecido al del capítulo 2. Tenemos aquí:
1. Una exhortación a conocer y obedecer las leyes de la sabiduría en general (v. 2).
2. Una advertencia particular contra el pecado de prostitución (vv.3-14).
3. Remedios contra ese pecado:
a. El amor conyugal (vv. 15-20).
b. Consideración de la omnisciencia de Elohim (v. 21).
c. Miedo al final miserable de los malvados (vv. 22. 23).

Versículos 1-14
1. Un solemne prefacio para dar paso a las importantes advertencias que siguen. «Hijo» vuelve a significar «discípulo». Salomón quiere aquí que el alumno concentre bien su atención sobre lo que le va a decir. No es «ciencia» lo que va a comunicar, sino «conocimiento» (hebr. dáat) interior, penetrante, experimental. Las enseñanzas de Salomón no tenían por objeto llenar de ideas la cabeza, sino de normas prácticas el corazón.
2. La advertencia misma es que el alumno (todo el que esto lea) se abstenga de la «mujer extraña», es decir «ajena», como en 2:16. No se trata aquí, por consiguiente, del adulterio espiritual o idolatría, sino del adulterio camal. Bajo la metáfora de «miel» (v. 3) se expresan las palabras seductoras de la mala mujer. La suavidad del aceite (comp. Sal. 55:21) sirve aquí de símil por el que dichas palabras se asemejan a la facilidad con que el aceite se desliza y penetra sin hacer ruido, sin golpear, sin herir pero véase el contraste (v. 4): «su fin es amargo como el ajenjo, aguzado como espada de dos filos». Así, sin notarlo, el que se adhiere a la mujer ajena, sigue la misma ruta de ella: ruta de muerte, puesto que sus pasos, sus mismos caminos, están desviados del camino de la vida (vv. 5, 6). Nótese que todos los «su» o «sus» de los vv. 3-6 son femeninos («de ella») en el hebreo. Consideremos, pues, cuán falsos y engañosos son todos los encantos, los atractivos, las palabras seductoras de la adúltera. Es probable que, en lugar de «se percate» (v. 6), haya de leerse «te percates», siendo la forma del verbo igual para ambas personas, lo cual cuadra mejor con el contexto. Es, pues, ella la que no quiere que los hombres se percaten de lo que les espera, pues si se percatasen, se apartarían de ella. Ignoran las maquinaciones de Satanás (2 Co. 2:11) quienes no entienden que el principal objetivo que persigue él en todas sus tentaciones es impedimos escoger la senda de la vida.
3. La urgencia e insistencia de la admonición (vv. 7, 8): «Aleja de ella tu camino; si llegas a cruzarte con ella en el camino, escoge otra ruta, antes que exponerte al peligro; no te acerques a la puerta de su casa; camina por el otro lado de la calle; mejor aún, vete por otra calle aunque tengas que dar un rodeo». Tal es la yesca que nuestra corrompida naturaleza contiene, que es una locura, bajo cualquier pretexto, ponerse cerca del fuego. La palabra que traducimos por «honor» (v. 9) suele significar «esplendor» o «majestad», pero también «vigor» (Dan. 10:8), pero, a la vista del contexto, podría significar las posesiones, y aun la vida, a manos del marido ofendido. Sea por la pérdida de las fuerzas físicas a causa de la vida disoluta, o de los bienes de fortuna a causa del despilfarro o de la revancha del marido (tel «cruel» de 9b?), lo cierto es que el que se une a la adúltera terminará mal en cuanto al alma, el cuerpo y los bienes (vv. 10, 11). Gemirá al final, cuando ya no tenga remedio.
4. Arrepentimiento tardío (vv. 12-14). Salomón presenta al pecador convicto reprochándose a sí mismo por haber desoído los consejos que se le habían dado (v. 12). No puede menos de confesar que sus padres y los emisarios de Elohim le habían instruido y enseñado convenientemente (v. 13). El v. 14 ha de entenderse a la luz de Dt. 22:22. Dice Cohen: «la frase final ocurre con frecuencia en Dt., en conexión con pecados que se tienen por elementos desmoralizantes dentro de la comunidad y deben ser de ella eliminados. Al reflexionar sobre esto, le viene a las mientes a ese hombre que ha llegado a ser un gran mal en medio de la congregación y ha incurrido en el peligro de ser exterminado de ella».

Versículos 15-23
  • Después de mostrar los males que brotan del adulterio, Salomón muestra los remedios que han de adoptarse contra tales males.
1. El principal remedio es quedar satisfecho con los legítimos goces del matrimonio, uno de cuyos fines fue preservar de la impureza. Que nadie se queje a Elohim por impedirle gozar de los placeres a los que tan fuertemente le lleva el instinto natural, cuando Elohim ha provisto el medio de satisfacerlo dentro de la santidad del matrimonio. El que no se contenta con una mujer, no se contentará con dos ni con cuatro, pues la concupiscencia nunca dice «¡Basta!». El joven que no pueda mantenerse casto, que se case pronto, pues «mejor es casarse que estarse quemando» (1 Co. 7:9). Comp.v. 15 con Cant. 4:15 para mejor entenderlo. En su esposa ha de hallar todo su deleite. Es suya no sólo porque él la ha escogido, y debe contentarse con la elección que hizo, sino también porque es la que la providencia divina destinó para él. El v. 19 es como una explanación del v. 15. El original hebreo dice «sus pechos» donde las versiones (la RV) dicen «sus caricias». Los vv. 16-18 han sido mal traducidos y se ha corregido el texto original por no entenderlo. El 16 presenta los hijos abundantes jugando por las calles de la ciudad (comp. Jer. 9:20; Zac. 8:5), sin necesidad de añadir al texto negación o interrogación que no figuran en él. El v. 17 se refiere a esos mismos hijos, todos del legítimo matrimonio, no de dudosa paternidad («para los extraños contigo»). El «manantial» del v. 18 es la propia esposa, fuente de los hijos, los cuales son bendición de Elohim.
2. El segundo remedio es andar en la presencia de Elohim (v. 21). «Los caminos del hombre, todo cuanto piensa y hace, están ante los ojos de Yahweh». Elohim los ve como son, con sus motivos, sus circunstancias y sus consecuencias. No sólo los ve, sino que los «pesa» (v. 21b. lit) para dar a entender que conoce su verdadero valor (comp. con Dn. 5:27) y, de acuerdo con ese valor, emite su juicio sobre ellos.
3. Finalmente, un buen remedio contra el adulterio es prever a tiempo los males que acarrea (vv. 22, 23). Los que se habitúan a este pecado se prometen a sí mismos impunidad, pero se engañan a sí mismos. No necesitan cárcel ni cadenas, pues bastarán sus propios pecados para retenerlos en prisión. Dice el Talmud: «Al principio, la mala inclinación es como una tela de arañia, pero finalmente los hilos aumentan hasta convenirse en sogas de carreta».

Basado en "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia". Editorial CLIE.

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